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Érase una vez...

[Amigas]

[Amigas] Diana no era una chica corriente. O por lo menos, no para el resto de las personas.
Le gustaba ir al cine sola, caminar por el parque sola y sentarse en un banco o en el césped a observar cómo jugaban los niños.
Todo el mundo la veía como una persona solitaria. ¡Y tenían razón! No se la puedo quitar. Pero era feliz así.
A menudo cogía algún libro (el que estuviese leyendo en ese momento) y se iba a leerlo a la playa, o a la colina. También le gustaba leer en la plaza del centro, cuando hacía sol, con el murmullo de la gente de fondo.
Diana nunca se aburría. Cuando creía que el aburrimiento iba a llamar a su cabecita, se marchaba de casa. A veces se iba a escuchar música a la calle, mientras caminaba hacia algún lugar que su mente le dictaba. Otras veces se llevaba su cuaderno y dejaba que su imaginación volase. Su principal centro de inspiración era la plaza. Adoraba sentarse en sus bancos de hierro a mirar cómo iban pasando las estaciones con insultante majestuosidad. Esa plaza estaba siempre abarrotada de personas con mil asuntos en la cabeza y que no encontraban tiempo para ellos mismos. Diana, como todo el mundo, tenía sus responsabilidades (que a su corta edad de diecinueve años era estudiar) pero siempre sacaba tiempo para hacer esas pequeñas cosas en solitario que le alegraban la vida. Y su preferida era esa: sentarse en la plaza a mirar a la gente que pasaba y escribir historias fantásticas en las que los protagonistas eran sus vecinos; esos vecinos que tanto la criticaban por estar siempre sola.
Si hubierais visto la habitación de Diana, habríais comprobado que era una fotocopia de su personalidad. Las paredes estaban llenas de fotos, de cuentos suyos que grapaba y los colgaba con una chincheta, de postales, etc. Tenía cientos de carpetas, todas ellas decoradas con fotos. Y es que, aunque aparentemente Diana parecía una chica sin amigos, no era así. Hay que diferenciar entre ser solitaria y estar sola. Ella era solitaria, pero tenía muchos amigos y más conocidos. Y todas esas fotos que empapelaban sus libros, sus paredes, sus carpetas y todas sus cosas eran de esos amigos que nadie veía. Dentro de su armario, guardaba cajas de cartón con infinidad de tonterías: papeles de chucherías con algo escrito, servilletas, billetes de tren, de avión, etc. Eran las cajas de sus recuerdos. Lo guardaba todo ahí. Solía decir que le aterraba pensar que podía llegar un día en el que dejara de recordar, en el que todos sus buenos momentos se le borraran de la mente. Y por alguna extraña razón, lo guardaba todo en cajas para verlo constantemente y ejercitar así su memoria.
Las ordenaba de formas diferentes: había cajas de viajes que había hecho ella, cajas de veranos y de inviernos, cajas de ferias y diferentes fiestas y cajas de personas. Las cajas de personas eran pocas. Sólo había tres tipos de estas cajas, puesto que tres eran las personas más importantes de su vida: su abuela, su madre y su amiga Almudena.
Su abuela había muerto hacía ya dos años, y cada día que pasaba ojeaba la caja dedicada a ella para ver las fotos y las diferentes cosas que había guardado a lo largo del tiempo. La caja de su madre aún no se había cerrado pues estaba con ella a cada paso que daba.
Almudena y Diana se conocían desde que eran bebés. Sus madres las paseaban juntas por el parque cuando tenían unos cinco meses. Habían ido a la guardería, al colegio y al instituto juntas. También habían estado en el mismo grupo de amigos siempre y nunca se habían peleado. Eran completamente diferentes, pero cuando estaban juntas, se complementaban a la perfección.
La caja de Almudena estaba ya llena. No se podía meter nada más. Tal vez, por eso el destino quiso que se separaran: porque en esa caja no cabían más recuerdos. Diana y Almudena se dejaban mensajes en los espejos y en los cristales de las ventanas, de forma que sólo lo pudieran leer ellas cuando fueran a la ducha o cuando echaran el aliento a la ventana. Eran mensajes cortos, pero que alegraban el alma: “siempre estaré contigo”, “si te tiras, me tiro”, “gracias por ser mi amiga”, “te quiero”, y así cientos.
Era la forma de expresar lo mucho que se querían pues a ambas les resultaba bastante complicado exteriorizar sus sentimientos. Las dos habían estado siempre apoyándose. Habían estado juntas tanto en lo bueno como en lo malo. Si la amistad existe, sin duda alguna se dio en Diana y Almudena.
Un día, Diana fue en busca de Almudena pero no estaba. No había nadie en casa. No cogían el teléfono y el móvil estaba desconectado. No sabía qué había pasado. De repente parecía que la tierra se la hubiera tragado. Almudena le dio una copia de la llave de su casa a Diana en secreto, así que no dudó en entrar para comprobar qué pasaba. Cuando entró fue corriendo al baño y abrió el grifo del agua caliente. En efecto, había un mensaje. “Lo siento Diana. Mis padres se han peleado y los dos se han ido de casa. Me he tenido que ir con mi madre. Me hubiera gustado despedirme. Volveré a por ti, pequeña. Siempre juntas. Te quiero”.
Pese a la tristeza que suponía el mensaje, Diana tenía en su corazón un pequeño resplandor de felicidad puesto que Almudena le dijo que volvería a por ella y sabía perfectamente que no mentía.

Ahora, cuando Diana tiene tiempo libre, se sienta al lado del teléfono esperando una llamada de Almudena o se tumba en cualquier jardín, para observar las nubes, con la esperanza de que haya dejado en ellas algún mensaje.
Diana sigue esperando a que Almudena regrese a por ella, y aunque aún no lo haya hecho, estoy segura de que lo hará más adelante. La amistad verdadera nunca muere.

Cabalgamos juntas. Morimos juntas. Rebeldes para siempre.

Dedicado a Ingrid, por la amistad que tuvimos un día.

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He vuelto!

14 comentarios

Ingrid -

Hay necesidad de hablar, pero por aqui no es la mejor forma, cuando tenga una oportunidad para llamarte lo hare ...

Viento Nocturno -

Me da mucho gusto leerte de nuevo.

La amistad es realmente un tesoro. Muy linda historia, como siempre.

Te dejo un beso

Agua -

Bella historia me gusta los mensajes en los espejos...siempre es grato coleccionar recuerdos...
Bievenida!!

Un beso en la punta de la nariz!

Ineiah -

Desde luego la amistad es de las cosas más bonitas que hay en esta vida. Besos tata.

Cytheriä -

Reina! que alegria leerte de nuevo. Espero que lo hayas pasado genial estos dias.
Me encanto la historia, es preciosa.
Me quedo con la frase: "la amistad verdadera NUNCA muere" y esque es tan cierto...
Un besito enorme

Bruixeta -

Te agregué al messenger....por si encuentras una mayte por ahí para que sepas que soy yo!!Besitos

Bruixeta -

Hola preciosa!!!Bienvenida!!Espero que lo hallas pasado bien estos días...Seguro que volverá...no hay nada más perpetuo y duradero que una verdadera amistad...No me hace falta consultar la bola para saber que un día llamará a tu puerta...mientras tanto seguro k ella sigue acordándose, con su propia caja de recuerdos...Mil besitos!!Qué bien que estés de vuelta!!!!!!!Muaaaaaaakaaaaaaa!

Nimue y su kaos -

Muy original lo de los mensajitos en los espejos:)
me ha gustado mucho la historia, espeor que pronta reciba la llamada, y me alegro de que hayas vuelto princesa

lau -

weeee me alegra q hayas vuelto!!!!!y vaya forma de volver tan bonita...q texto tan hermoso...un besazo enorme wapa

4D4 -

Seguro que volverá warri... nadie deja escapar una persona como tu, tenlo por seguro... Te quiero mucho vale? No te olvides que tienes en mi un apoyo... mil besitos

Marta -

Menudo regreso más bueno, Davi! Una historia emocionante, con una buena narración de la protagonista, y jo, que me ha encantado eso de los mensajitos.

Besos!

woodysobird -

recuerdos de un pasado que siempre fue.......o......

Agustín -

¡Y menudo regreso!

Cada persona que pasa por nuestra vida nos deja un trocito de sí mismo. Ese trocito no se guarda en una caja, sino que nos compaña para siempre...

Un besico

synnove -

¡Regresaste!

Feliz regreso de vacaciones :)

Yo también colecciono recuerdos, pero no los tengo en cajas, al menos no todos... es triste que tuviesen que separarse, pero lo peor es que aún no se hayan llamado.

saludos!